Amor de Madre

Finalmente, tu felicidad no es otra que la que tu madre hubiera querido para ti. O quiere para ti.

No les des más vueltas. La pregunta (la difícil pregunta) es: mamá, qué hago? Hay que ser muy valiente para ser la persona feliz que mamá soñó que tu fueras. Hay que ser sencillo. Sincero. Transparente. Amable. Comprensivo. Buen amigo y buen amante. Optimista. Moderado. Leal… qué mas?

Si tienes un hijo, sabes de lo que te hablo.

Si tienes una madre, también.

O sea: sencillamente, hazlo. Vive con el amor que tu madre hubiera deseado que vivieras.

El resto, está bien: pero son adornos.

 

Preferir las bombas.

Ya ha anochecido. Lejos de estar en silencio, el campo de refugiados de Eleonas es ahora un ruidoso bullicio de niños gritando, correteando y jugando, mientras que los adultos aprovechan esta hora menos abrasadora para pasear sin rumbo, o visitar a algunos amigos dentro del campo. Durante el día, hemos sobrepasado con creces los cuarenta grados.

Tras el reparto de las cenas, el cierre horario del contenedor que suministra ropa, y otras actividades, el trabajo de los voluntarios toca a su fin por hoy. Y poco a poco, vamos abandonando el campo; cada día la misma sensación de corazón encogido. De impotencia ante tanta injusticia. De enfado por un sistema que trata a estas personas como culpables de su propia desgracia.

El campo está situado en una calle sin edificaciones, ancha y sucia, bastante alejada del centro de Atenas. Junto a Eleonas 2, que es “nuestro campo”, se halla Eleonas 1”, gobernado por los militares y donde nosotros no podemos entrar. Ambos ocupan una extensísima superficie. Por lo demás, cuatro o cinco naves industriales, muy separadas entre sí, delimitan la polvorienta avenida. A esta hora, prácticamente no hay luz.

Hoy hemos coincidido cuatro voluntarios en el momento de salir del campo, y caminamos pausadamente, cansados, hacia la parada de metro que nos llevará de nuevo al centro. Sobre el asfalto destacan, en más ocasiones de las que quisiéramos ver, algunas ratas aplastadas por los vehículos que durante el día por aquí circulan. Camiones, en su mayoría. El lugar es tétrico, abandonado e inmensamente triste.

De pronto, descubrimos que en un lateral de la avenida, repleto de plantas, existe una especie de entrada cuadrada; como un micro patio al aire libre, que no debe tener más de cuatro o cinco metros por lado. Y lo peor es que lo descubrimos habitado: dos tiendas de campaña, que no miden más que cuatro metros cuadrados cada una, “acogen” a dos familias en unas condiciones más que lamentables que el lector puede imaginar. Son siete adultos y cuatro niños. Estoy incluyendo a dos chicas que no deben tener más de 13 ò 14 años, como “adultas”. Todos en ocho metros cuadrados de tiendas.

Como si alguien nos hubiera presionado un botón cerebral, los cuatro nos ponemos manos a la obra, sin necesidad de hablarlo entre nosotros. Es una reacción automática. Nos metemos en las plantas e intentamos hablar con las familias y averiguar qué pasa. Por qué no están en uno de ambos campos.

Lejos de lo que parecía, el día no ha acabado, ni mucho menos. De hecho, nuestro trabajo vuelve a empezar.

Las familias son sirias del Kurdistán. Prácticamente no hablan inglés. Uno de los matrimonios tiene dos niñas muy pequeñas. Y salta a la vista que la madre, sorprendentemente joven, está embarazada. El otro matrimonio es el que tiene a las chicas más mayores. Y un joven solo, es el hermano de la mujer embarazada. Entablamos una conversación llena de signos, onomatopeyas y palabras sueltas en farsi, inglés, y español.

La calle es el lugar más peligroso para un refugiado. La intransigencia, el fascismo y el racismo han facilitado el nacimiento de un grupo griego de ultra derecha llamado Nuevo Amanecer que “patrulla” en motocicletas las calles de los campos. Mejor si no descubren a refugiado o inmigrante “solo”. Además, la suciedad, los camiones, y los delincuentes comunes (demasiado comunes en una Grecia donde son más que evidentes la crisis brutal, la pobreza extrema y la exclusión social), hacen de la situación de estas dos familias en la calle, un escenario de máximo peligro y enorme vulnerabilidad .

La historia es la de todos, pero no por este motivo pierde el drama que los voluntarios conocemos a diario. Se trata de otra injusticia que clama al cielo. Ellos eran gente pacífica y debieron huir de las bombas (las “nuestras”) y del ejército islámico. Allí lo perdieron todo y ya no tienen ahorros, ni casa ni trabajo. La muerte les pisa los talones desde hace meses, la misma muerte que acabó con sus familiares allí, y han acabado encontrando un patio insalubre donde instalar las tiendas. Tienen toda la documentación y nos la enseñan una y otra vez. Pero no pueden entrar en el campo. Oficialmente “no hay sitio”, aunque los voluntarios sabemos que sí: que lo hay. Lo que ignoramos es quién y con qué criterio decide estas entradas.

A modo de emergencia, los voluntarios nos repartimos cuatro o cinco tareas, y nos separamos cada uno a lo suyo. Al cabo de media hora, ambas familias tienen algunas raciones de comida y algunas prendas de ropa que “tomamos prestadas” del campo. Café. Bebidas de cacao. También galletas para los niños. Y ahora hablamos con más calma.

La mujer embarazada llora cuando nos explica que no puede ducharse desde hace días. A su marido se le humedecen los ojos cuando nos recuerda que son personas. Que los niños son solo niños. Que no saben lo que mañana les ocurrirá. Ni pasado mañana.

Por este motivo han tomado una decisión tremenda: volver a Siria.

“Preferimos morir bajo las bombas, en casa, que no en una cuneta de este país extraño, como perros. Tenemos dignidad y los niños no deben ver a sus padres así. Nos rendimos”.

Nos hemos despedido en pie, en el patio, ante sus pequeñas tiendas. Nos hemos abrazado mientras los niños observaban nuestros movimiento, con sus ojos como platos. Sin sonrisas. El marido de la mujer embarazada, me ha besado enérgicamente en ambas mejillas, fundidos en un abrazo. Y me ha jurado que si sobreviven, tengo un amigo fiel en Siria para toda la vida.

Me he echado a llorar.

Esta mañana, al regresar al campo como cada día, el patio estaba vacío.

 

 

 

 

 

 

 

Los calzoncillos de B14.

Los campos de refugiados que mantienen una mínima organización, identifican cada casa/contenedor (o tienda) con una letra y un número. Y en la mayoría de los casos, además, con un «right» o un «left», porque muchos de ellos, de hecho la mayoría, los habitan (como mínimo) una familia por lado. Cuando no dos. Como los refugiados del Campo Eleonas, en Atenas, provienen de tantas nacionalidades diferentes, acabas reconociendo a muchas familias por el código de su contenedor, ya que sus impronunciables nombres y apellidos, dificultan la memorización. Aunque tras 11 días aquí, muchos de ellos ya tienen nombre real, porque si trabajas como voluntario, recuerdas poco a poco el nombre, la letra y el número de cada «casa». Por ejemplo: Mliofar, de A22…..5 añitos. Afgana. Una monada de niña!

Y para no desvelar el nombre de nuestro protagonista, diremos que es B14, aunque no es un dato real.

Anteayer por la tarde, me encontraba en el contenedor de reparto de ropa junto a otros seis voluntarios. Esta actividad es lenta y complicada; a veces se sirve a familias de 11 miembros, a veces a maridos con dos mujeres y a veces es complicado saber cuánta y qué clase de ropa quiere cada miembro. El mostrador del reparto es una torre de babel en inglés, en farsi (iraní, afgano, paquistaní) en árabe, en kurdo o en urdú. Salvo que alguien cercano sepa algo de inglés o francés y ayude a traducir, el lenguaje de signos funciona razonablemente bien.

Tras una buena espera, tal vez de 40 minutos, le tocó en turno a B14, con quien yo ya había hablado previamente en varias ocasiones. Hablando en inglés, y mirando avergonzado a ambos lados, me pidió calzoncillos; regalados; de segunda mano; usados, enviados desde Europa por caridad.

Y lo peor es que no teníamos.

Cuando le respondí que no habían más calzoncillos y que lo probara la semana siguiente (cada familia puede ir un día por semana a por ropa), vi en sus ojos la desesperación de tanto sufrimiento. Su expresión fue la ofuscación de su situación y la de su familia. Su mirada cargada de pena y resignación, no tenía nada que ver con los calzoncillos, y sí con el hastío y el miedo. Con la desesperación.

B14 me hizo un gesto abriendo la palmas de sus manos. Qué remedio! No hay calzoncillos!

Pero a riesgo de delatarme, explicaré que en aquel mismo momento decidí encargarme personalmente de su ropa interior. Tal vez pueda ser esta la mínima e íntima dignidad de una persona refugiada de guerra. A mí tampoco me valió mi propio «no hay más calzoncillos».

Por eso, esta mañana, antes de ir al Campo Eleonas, he cogido el metro y me he bajado en la parada de Syntagma, pleno centro de Atenas. He ido directo al H&M de la calle comercial y he comprado dos paquetes de cuatro calzoncillos. Cuatro de la «L» y cuatro de la «XL». B14 está bastante rechoncho, he pensado. Y esta tarde, ya en el campo, lo he buscado por donde suele moverse y me he acercado discretamente a él.

Le he preguntado en inglés si había solucionado el tema de sus calzoncillos y con cara de sorpresa me ha respondido que no. Yo iba, como suelo, con mi inseparable mochila, y señalándola le he dicho que podíamos solventarlo, pero no allí, a la vista de todo el mundo. El rostro se le ha iluminado y con un gesto de su cabeza rapada me ha indicado que le siguiera.

Trapicheo de calzoncillos.

Esta tarde he descubierto un lugar en el campo, totalmente discreto y ajeno a miradas no deseadas. En un pasillo de tierra que queda entre una instalación y la pared natural de la propia montaña escarpada que delimita el campo, he abierto mi mochila y le he dado los ocho calzoncillos. Y por fin, lo he visto sonreír.

Acto seguido ha sido totalmente imposible evitar una invitación a café en su contenedor B14, «left». A pesar de mis excusas, ha hecho ver que no entendía inglés y se ha puesto a parlotear en kurdo. Y al cabo de 15 minutos yo ya estaba en el suelo de su «casa», con su jovencísima mujer haciendo un café dulzón y un niño de dos años, enseñándome a gritos un osito, un pequeño muñeco roto, una pelota, y su cama. Sobre todo su cama, hecha a mano por su papá, con maderas del suelo del Campo Eleonas. A mano.

El dolor de Grecia, es lo que ha venido a continuación. Ya todos en el suelo, café en mano, B14 ha empezado su relato en el inglés de su Kurdistán natal. Él era policía; he entendido que algo así como guardia urbano, o de seguridad vial, o algo parecido. Tiene otro hijo, de seis años, que ahora no estaba allí. Su vida era pacífica, tranquila, con un buen futuro y con cierta seguridad por su salario. Una noche, las bombas cayeron sobre su ciudad. Todavía no sabe quién la bombardeó, pero su hermano menor, recién casado y vecino de la casa contigua a la suya, murió en el acto. Su otro hermano, el mayor, padre de cinco hijos y vecino de la casa contigua del otro lado, murió también durante el bombardeo. Hoy en día, B14 supone que su padre cuida de la viuda y los cinco hijos del mayor y de la viuda del menor. Si viven; porque no lo puede saber.

Acabado el bombardeo, B14 supo que la ciudad sería tomada por los barbudos del ejército islámico y entendió que debía huir a toda prisa o los degollarían. Es ateo. Con el dolor en el pecho y las lágrimas en los ojos, condujo durante la noche hasta la frontera con Turquía. Tuvo tiempo de coger los mínimos enseres, las pocas joyas de oro de ella (que habían sido de su madre) y los móviles. En la misma frontera, la policía turca les dejó entrar y escapar de la muerte, a cambio, eso sí, de quedarse con todo lo que llevaban. Incluido el coche.

Su mujer pudo esconder las joyas. Él, los móviles.

Cruzaron Turquía a pie y en camión. Vivieron de la caridad. Imposible dormir tranquilos. Siempre alerta. La muerte todo lo puede cuando eres un olvidado. El dolor en cada poro. El terror en la mente.

Mientras B14 explica todo esto en su inglés, el niño se me ha sentado entre las piernas y escucha en silencio algo que no entiende. Y la madre, la joven madre que no habla inglés, no entiende nada, pero sabe perfectamente de lo que estamos hablando. Ojos llorosos. Dolor interminable en la expresión. Puede haber sufrimiento mayor?

Cuando llegaron a la costa, lograron embarcarse hacia Grecia, pagando 850,00 euros a un traficante. Lo que valían las joyas. Todas ellas.

Y salieron en barca hacia Lesbos.

La barca naufragó. Viajaban más de ochenta personas y llovía a cántaros. B14 logró reunir a los suyos y mantenerse a flote sin separarse. Insiste una y otra vez en que ellos y sus hijos vieron (y se señala insistentemente los ojos) veinte personas ahogándose, ante ellos, ante los niños, entre gritos de terror y llantos de miedo. En medio del mar! Así estuvieron cinco horas. Cinco horas mojándose en el Mediterráneo. Mare Mortum. Cinco horas a punto de morir. Cinco horas salvándose el uno a la otra y ambos desviviéndose por sus hijos.

Perdió los móviles. Ya no tenía absolutamente nada.

La Marina turca los rescató de madrugada y fueron conducidos a Idomeni, en la frontera con Macedonia. Cuando este campo se desmanteló, fruto del vergonzante acuerdo de la UE con Turquía, fueron trasladados a Eleonas. Y aquí estamos; entre sorbo y sorbo, imposible no llorar; imposible contener el drama. Imposible no sentir una enorme rabia y una frustrante impotencia ante tamaña injusticia. De su ciudad, no queda nada. Se puede ver en Google, caso de que se quiera llorar un buen rato.

B14 dice que es un hombre con suerte. Porque está vivo. Tras lo ocurrido, y por ahora, eso le basta. Viven los cuatro. Y se conforma en silencio, mirando sumisamente el suelo de su contenedor.

Algún día, presentaremos ante la justicia y sentaremos en un banquillo a los responsables de este drama. Dejar sin calzoncillos al bueno de B14, debería penarse con el máximo rigor.

Eleonas Refugees Camp. Grecia.

Cuando uno traspasa la reja metálica de la entrada, se sumerge en una enorme prisión, cuyos reos son inocentes; para empezar, la mitad son niños.

Familias enteras viven en cubículos del tamaño de un contenedor. Estamos a 40 grados, pero no todos tienen aire acondicionado; ni mucho menos. No hay tendederos. No tienen salida de humo. El campo está plagado de estas «viviendas», lo que reviste de uniformidad casi militar la vida de dos mil personas de unas 20 nacionalidades distintas. No hay médico. Repito: no hay médico.

Para unos 700 niños, existe en el campo un minúsculo tobogán y un solo columpio de dos plazas: algún ingeniero los colocó al sol. Están siempre vacíos.

Los adultos deambulan por el campo. Son la seriedad y la dignidad. Cruces de miradas rápidas que te dicen en silencio: «tu no sabes lo que yo he visto» y tu respondes callado, «qué puedo hacer para paliar tanto dolor»… Poca sonrisa y mucha mirada de incertidumbre. No hay futuro. No pueden regresar. Pero tampoco pueden viajar. Son apátridas inocentes víctimas de una Europa vergonzante y cínica, y de una guerra que han organizado unas cuantas empresas de armamento, financiadas por nuestros gobiernos. También el de España.

Los niños siempre gritan y siempre sonríen. En todo el planeta. Pero en este caso, tras las sonrisas, se lee el miedo; y un enfado con la vida que se traduce en constantes brotes de violencia aparentemente infantil, pero que se convierten en un auténtico peligro para la integridad de los chavales. Otro ingeniero (ignoramos si es el mismo cateto que puso los columpios al sol) llenó el campo de piedras y estos niños extra violentos, las utilizan en sus peleas. A veces se las lanzan. A veces las quieren utilizar como «arma» contra el otro. Para colmo, se mezcla la pataleta infantil, con un profundo odio xenófobo, aprendido en sus respectivos países: sirios contra afganos, afganos contra paquistaníes, paquistaníes contra iraníes…los niños replican los que ven y oyen. Y Eleonas es un triste ejemplo. Los voluntarios detenemos cada día decenas de esas peleas infantiles tan peligrosas y que evidencian el estado psicológico de estos pobres chavales.

Cuando a estos niños les damos cariño, abrazos, besos, la mano, la escucha y la atención, cambian radicalmente y gestionan su miedo, su odio y su dolor de forma exageradamente cariñosa. Y ya no se nos separan. Un buen grupo de ellos, «vive» literalmente, en la oficina del voluntariado, que no es más que otro contenedor. Solo que alegre!

Esta situación es la peor injusticia que he visto nunca (y he visto unas cuantas). Los voluntarios somos seres humanos y, aunque tratamos de sonreír siempre, a menudo nos retiramos un rato a un rincón, y lloramos de tristeza e impotencia. Pero también lloramos de rabia. Estos días, los culpables de este drama, se dan un chapuzón en la Costa Azul, saltando desde la borda de sus yates, con la complicidad imperdonable de quienes nos gobiernan; de todos ellos. Los misiles y las bombas, dejan mucho margen comercial. La muerte de inocentes también. Algún día sabremos quienes son los que se enriquecen con este negocio; con sus nombres y apellidos. Son nuestra escoria y me provocan el sonrojo de pertenecer a su misma especie. Por primera vez en mi vida he pensado que el mundo sería un lugar mejor sin ellos. Así de claro lo siento, cuando veo la tragedia que provocan en estas pobres familias inocentes.

Seguiremos todo el tiempo que podamos (ahora y en los futuros meses) junto a los más débiles. Nuestra esperanza es que puedan sobrellevar este drama con algo de compañía y comprensión. Solo es eso. Pero es vital cuando eres inocente y lo has perdido todo.

Os ruego una reflexión pausada sobre este blog y os suplico vuestro compromiso. Se vive una sola vez y disimular lo que está pasando, nos convierte en cómplices. No hace falta viajar a un campo. Desde casa, desde el trabajo, desde tu barrio: comprométete con las víctimas de este horror y ayuda a dignificarnos como personas y como seres humanos.

Un abrazo y gracias desde el campo del horror.

Cuando un amigo se va…en memoria de Pancho Otero

Bueno amigo Pancho; yo no se lo que tu escribirías sobre mí, si es que yo me hubiera ido antes, como has hecho tu. Pero sí se lo que sobre ti quiero escribir. Y voy a hacerlo, aunque te revuelvas ahí, en tu nuevo destino, en el que se te supone en descanso: aunque yo, conociéndote, lo del supuesto reposo lo dudo mucho. La verdad, no te puedo imaginar ocioso.

Nos conocimos en Canadá. Entre un boliviano y un español, no parece un terreno muy habitual para contactar. Pero así fue porque coincidimos en la Cumbre Mundial de Microcrédito de no sé qué año. Hace demasiado! Sofía era Reina de España, Mohamad Yunus no era ni Nobel y Al Quaeda no existía. Mira si hace años! Ambos nos hicimos una foto con Yunus, que yo conservo. Sales simpático; porque lo eras! Aunque ese Nobel podía haber sido para ti. Los dos lo sabíamos, y a mí me hubiera encantado!

Desde nuestro primer encuentro, desde estrecharnos las manos por primera vez, desde la primera mirada, ambos supimos que el otro estaba ahí y que ahí continuaría estando. Nació una complicidad natural. Y así ha sido durante años. Todo lo que yo se de microfinanzas, de ti lo he aprendido. Todo, es todo. O sea, lo no escrito. Las «no normas». La sabiduría real que no se enseña en clase: La mirada a los ojos. El olor de una cabaña. Un poblado sin hombres. Un desierto sin perros. La intuición. La compasión. El riesgo. El poder de un abrazo. El calor de las personas. El miedo en los ojos de los pobres. De los más pobres de entre los pobres. El humor. La risa. La genialidad. La capacidad de improvisar. El valor del agua. De la sombra. De la ropa. El abrazo de una madre. La mirada de esperanza puesta en el futuro. El miedo a las armas y a la incultura. La prudencia de los más débiles. La empatía. El amor sin condiciones. La misión!

Y la oportunidad.

Eso son los microcréditos y eso lo aprendí de ti. Y eso que soy profesor en un master de microfinanzas! Pero tu, y solo tu, has sido mi maestro. El maestro, amigo Pancho; hermano Pancho.

Juntos compartimos aquellas noches, durmiendo contra el suelo, en poblados sin luz, llenos de personas que dormían como nosotros. En el suelo. África real. Silencios extraños en noches calurosas. Abrasadoras. Silencios llenos de toses nocturnas. Bichos desconocidos a nuestro alrededor; nunca quisimos saber qué apellido tenían. El mosquito. El miedo. La muerte. La gente no sabe lo que es dormir durante semanas con un ojo siempre abierto. Tu y yo nos los turnábamos; y así cada uno dormía mejor.

En Níger te salvé la vida: de acuerdo. Pero tu hubieras hecho lo mismo por mí. Desde entonces me llamaste «hermano» y me presentaste a tus 8 hermanos carnales por Navidad. Pero antes de eso, ambos lloramos juntos ante tanta miseria y pobreza como vimos. Aquellos niños. Aquellas madres…tanto dolor. Y tanta muerte gratuita, anónima y silenciosa.

Tan injusta.

En Barcelona me diste una lección de humildad con tu discurso en nuestro paseo en barca por la costa catalana. Y en mi ático de Gran Vía, dormiste mirando al Este. Como solías.

En Madrid compartimos clase del master y cuando vi la cara de nuestros alumnos, entendí que eras un maestro. Y yo un simple divulgador. Estuviste genial Pancho! Lo grabé todo y se me humedecen los ojos cuando vuelvo a escuchar tu voz en esa clase magistral. Y lo he hecho en demasiadas ocasiones; en el silencio de mi casa. Como si te tuviera aquí. Tu voz te resucita y mi carne se pone de gallina.

Y te añoro, amigo.

En París nos enfrentamos juntos a un idiota racista que caminaba por Boulevard Rívoli. Y yo te aplaudí. Y nos morimos de la risa!

En Bolivia trabajamos juntos en el Plan tres Mil. Y cada día fue una lección. Una suerte. Un regalo. Tu has sido un regalo para mi. Probamos juntos la chicha y los dientes postizos. Vaya par de locos!

En San José, en medio de la selva, nos pasamos aquella noche, mano a mano, entre el griterío y los chillidos de los pájaros nocturnos, hablando y hablando a oscuras, sobre la pobreza, la dignidad humana, las microfinanzas, la banca, el capital, los pobres, el miedo, la seguridad, las armas, las drogas… y de repente, entre la bruma selvática, se hizo de día. El mundo era igual: pero nuestro mundo no. Nos hicimos una foto con tu hija Lucía. Y con nuestro amigo indio aymara Rodo Suxo, que sale sonriente y franco. Como es él.

Éramos dueños del mundo. Humildes. Pero, como tu decías, de ojos brillantes!

Ahora te me has muerto en Congo, después de haberme insistido en que te acompañara para montar allí una microfinanciera. Te dije que no. Y ahora me arrepiento. Si te salvé la vida una vez, podía haberlo hecho dos. Y ahora estarías aquí: con tu sonrisa de esperanza y el brillo de tu mirada. Y yo, Pancho, estoy a punto de montar una microfinanciera en España.

Te prometo ante este los lectores de este blog, que no voy a olvidar que lo que se y he aprendido, amigo, de ti ha venido. Algún día, cuando la Fundación Oportunitas (que es el nombre de la microfinanciera española que ahora pongo en marcha) esté ayudando a un montón de gente y contribuya a que el mundo sea un lugar mejor, como tu y yo tantas veces soñamos, ese día, amigo Pancho, me encargaré de recordarle a todos este mensaje. Y que tu nombre no pase al olvido.

Cada familia rescatada de la pobreza y de la falta de oportunidades, llevará algo de ti. O tu nombre.

Desde Fundación Oportunitas nos encargaremos que esto sea así. Mientras tanto, yo ya se que tus ojos nuevos no paran de brillar y que ya andas por ahí, denunciando las desigualdades y jugándote tu nueva vida por los demás. Por eso has sido mi maestro.

Descansa lo que puedas Pancho, y sigue iluminándome cuantas veces quieras. Aquí te espero ilusionado como un niño y orgulloso de haber sido tu amigo.

Has dejado un mundo mejor del que te dieron. No era esa la misión…?

Un abrazo!

 

 

LAS OPORTUNIDADES Y LAS MICROFINANZAS

Escribir sobre microcréditos es siempre un reto. La propia palabra desconcierta al lector, porque hay personas que imaginan, por ejemplo, que un microcrédito es un préstamo para financiar una pequeña actividad productiva en un país muy pobre (normalmente promovida por una mujer), y simultáneamente hay quien cree también, por poner un ejemplo, que un microcrédito es una financiación de bajo importe para, por ejemplo, un joven emprendedor europeo. Ambos tienen razón.

El público no especializado cree que un microcrédito es lo mismo que un “minicrédito”. Es decir, un préstamo de “poca cantidad” (si es que hay alguien capaz de explicar qué es poco y qué es mucho en términos de magnitudes económicas o simplemente en términos de dinero). Pero no, un microcrédito es mucho más que todo eso.

Casi todas las vulnerabilidades de los hombres y de las mujeres se podrían resumir en una: la falta de oportunidades. Así, una persona pobre puede dejar de serlo si tiene una oportunidad. Un emprendedor puede ver materializada su idea si tiene una oportunidad. Un toxicómano puede curarse si tiene una oportunidad. Y un ex presidiario puede reinsertarse, si también tiene una oportunidad. Su oportunidad. Por eso decimos que la mejora del desarrollo humano, la inserción y la iniciativa dependen de muchos factores, pero un denominador común de todos ellos es que exista la oportunidad, que no es una garantía de éxito por sí misma, por supuesto, pero que sin ella, podemos asegurar el fracaso de la persona. Echemos un vistazo al mundo; las peores situaciones humanas se dan en lugares y entornos sin oportunidades.

Pero un microcrédito no es un fin en sí mismo. Para dar créditos ya tenemos bancos y entidades financieras que llevan en su ADN precisamente eso: captar recursos de unos (depósitos) para prestar a otros (préstamos). El dinero, poco o mucho, no es una oportunidad por sí mismo. Ni en sí mismo. Es más, en la mayoría de las ocasiones es una temible amenaza. O al menos eso deberíamos haber aprendido a lo largo de los últimos años de crisis.

Entonces, si esto es así, ¿qué tiene que ver un pequeño crédito con la generación de oportunidades? Pues algo muy importante, puesto que un microcrédito, si está bien diseñado, nace cargado de valores; y nace (insistimos en que hace falta que esté bien diseñado) enmarcado en un programa que acompaña a las personas en su desarrollo; que contribuye en su inserción (cuando haya caso de exclusión), que las ayude a desarrollarse, que las forme, que las siga, que no las abandone y que, además, las financie. Un programa así, es una oportunidad. La formación de las personas, el acompañamiento para que no emprendan solas y su microfinanciación (solo cuando sea necesaria) son las herramientas que utiliza esta oportunidad.

Visto así, todo cambia. Es decir, el concepto micro no solo significa ‘pequeño’, en el sentido más etimológico del término. Quiere decir que los que utilizamos la herramienta microcrediticia en nuestro trabajo cotidiano, en nuestros programas, estamos desarrollando una “cultura micro”. Es decir, cerca de las personas. Una “forma de hacer” diseñada para y por las personas, atendiendo a sus necesidades, con una fuerte carga empática. En esta cultura, en esta “forma de hacer”, debemos ser además muy flexibles e imaginativos, muy tolerantes al cambio ante los revuelos que da la vida de nuestros clientes y beneficiarios. El centro de todos los programas de desarrollo son las personas: el programa es la oportunidad y el microcrédito su herramienta. O una de ellas.

Por este motivo, si nos interesan las personas, su empoderamiento, su dignidad y su futuro, diseñemos programas para ello, y prestemos dinero solo en aquellos casos en que la microfinanciación forma parte de la solución global del programa hacia y para la persona. Solo así pondremos el dinero al servicio de las personas, porque si simplemente somos “prestadores de fondos”, ponemos a las personas al servicio del dinero. Esto no tiene por qué ser malo en sí mismo, pero ya lo hace la banca. Digamos que no tiene más secreto que saber prestar bien.

Vivimos momentos caracterizados por la falta de oportunidades. Pero siempre hemos sabido superar las dificultades trabajando duro. Desde el sector microfinanciero, deberíamos ser capaces de convencer a la clase política, las administraciones, la gran banca, las organizaciones empresariales y de promoción de empleo, los sindicatos, de sensibilizar a la sociedad civil y política, para que creyera en los modelos de cooperación entre los diferentes agentes sociales. Y que los promovieran y apoyaran, junto con las entidades sociales del tercer sector, la empresa privada, los programas de voluntariado y las organizaciones que se dedican a la formación de emprendedores. Desde MACS Consultoría Social hace años que trabajamos y promovemos la línea de la creación de redes activas, comprometidas, llenas de complicidades y predisposición colaborativa.

Y estas redes deben ser el entramado de un solo objetivo final: generar empleo e insertar a los que más lo necesitan. Estos son nuestros problemas reales hoy. Y se solucionan generando oportunidades.

Así, todas estas entidades pueden aportar a los programas lo mejor que tienen dentro de sí: su experiencia, su conocimiento, su ilusión, su misión. Y juntas, utilizar la formación, el acompañamiento y la microfinanciación como herramientas de éxito, pero sobre todo como herramientas generadoras de oportunidades.

El Programa Oportunidades, de MACS, no quiere ser nada más que un elemento generador de estas oportunidades, trabajando en red con todos aquellos actores sociales que se quieran sumar. No es un proyecto, es una realidad ya creada. Todo el que quiera está invitado a conocerlo en profundidad.

El microcrédito es una herramienta vital para el desarrollo; como lo es también para la mujer del país pobre que mencionábamos al inicio de este artículo, solo que adaptado a nuestro entorno. Se debe ser optimista sin ser ingenuo. Se puede creer de nuevo en los valores de las personas, sin ser acusado de inocente.

Démonos oportunidades. Y utilicemos las herramientas que siempre hemos sabido utilizar. Pero hagámoslo juntos.

La Contra y el Ego.

Hola a todos y a todas!

De nuevo vuelve a hacer demasiado tiempo que no escribo en mi blog. Y no será porque no escriba, la verdad. Acabo de entregar mi segundo libro en la editorial y allí se está cocinando su salida al mercado. Digamos que ahora ya casi nada depende de mí y que lo que yo debía hacer, hecho está. Me tomo unos días de desconecte, con la calma, porque el libro que he acabado me ha alterado en mucho las emociones.

Pero como estoy muy productivo, ya tengo en mente el guión del tercer libro. Me apetece muchísimo empezarlo y creo que tengo una bonita historia que contar. Voy a necesitar un par de manos más y, esta vez, voy a compartir la trama y, sobre todo, el desenlace con varias personas. Ellos y ellas aun no lo saben, pero van a ser coautores del siguiente, cuyo título aun no he decidido.

Pero ahora, en cuanto a la escritura, digamos que estoy de vacaciones.

El pasado 7 de Mayo apareció en La Contra de La Vanguardia la entrevista que Inma Sanchís me hizo unos días antes. La verdad es que hasta ahora, un mes exacto después, no he sido consciente del movimiento que una entrevista puede llegar a ocasionar ni de cómo podría llegar a afectarme personalmente. He recibido decenas de sms, wa, mails, entradas en mi web e incluso llamadas telefónicas directas.

Pero dejadme que lo explique como a mí me gusta, o sea, ordenadamente.

1) En primer lugar he recibido muchísimos contactos de personas variadas que pedían trabajo. La reflexión que se deriva es que vivimos en una sociedad desastrosa y desastrada, en manos de unos políticos que no hacen política. Desde luego no la hacen pensando en los más necesitados. Lo que está ocurriendo es una vergüenza que debería costarle a más de uno su cargo. Que una Contra genere tal petición de trabajo, es señal de que vivimos en una sociedad enferma. Y los políticos no hacen su trabajo. Mal por ellos. Muy mal; luego se quejan de nuestro desapego.

2) En segundo lugar he recibido un número muy importante de contactos relacionados con el mundo laboral. Unos me piden asesoramiento para ser voluntarios. Otros para emprender una acción social. Algunos buscan contactos y que les abra puertas. Los menos me quieren contratar para que les ayude a desarrollar planes sociales. Para que les asesore. Tres de ellos me han pedido diferentes trabajos de asesoramiento social, a cual más bonito. Todo un reto que me hace feliz. Estoy intentando satisfacer a todos.

3) En tercer lugar, existe un grupo de personas que atraviesan diferentes situaciones personales muy delicadas. Desde personas que en su día fueron huérfanas y no lo han superado, hasta personas que quieren que les haga un coach personal relacionado con la autoestima, o la seguridad en sí mismo, o para manejarse mejor dentro de su propia empresa. Estoy ya en marcha con tres de ellos, «pasando visita» una vez cada quince días aproximadamente. Es una satisfacción ver que les estoy ayudando. Alguno más y alguna más están dudosos; la verdad es que no se si dudan de mí o de ellos mismos. Pero no me preocupa. La vida fluye y hace que todo vaya ocurriendo con naturalidad.

4) En cuarto y último lugar, va la más importante reflexión acerca de La Contra. Un montón de gente me ha felicitado, otro montón me pide ayuda, otro trabajo y otro consejo. Todo esto es FATAL para mi ego. Debo recordar quien soy. De donde vengo. Cómo me he hecho a mí mismo y no caer en la soberbia  tentación de creerme alguien más que los demás. 

El mejor resumen que he hecho de esta entrevista es:

Contra La Contra, humildad!

Salud!

 

 

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Agradecimiento y felicidad.

He tenido la suerte de poder ver un breve vídeo que habla acerca de la felicidad del agradecimiento. Y me ha dado mucho en que pensar.

Por qué no haces la prueba del vídeo, y escribes en un folio todos los motivos por los que le estás agradecido a alguien en concreto? Tu madre, un amigo, una hermana, un profesor, un vecino….. Escribirlo es interiorizarlo y concretar, blanco sobre negro, una emoción. Y leerla en alta voz, es manifestar el agradecimiento. De ahí a la felicidad total, tan solo va una diminuta distancia.

Como prueba, mírate este vídeo y disfruta de la experiencia.

Gracias!

Salud!

Microcréditos en Catalunya.

Hola.

Si quieres saber lo que he escrito acerca de este tema, en la revista Cataluña Económica, pulsa aquí y búscame en la página 44!

Todo lo que podamos hacer entre todos, para generar oportunidades entre quienes menos las tienen, hará que este mundo sea mejor. Os animo a participar!

Salud!

 

Altruismo….

Hola!

Esta mañana, tras seis meses de blog aletargado, se me ha ocurrido publicar una reflexión en forma de propuesta 2014. Lo he hecho gracias a las personas queridas me han animado. Y lo que vi ayer.

Y ahora mismo, para mi sorpresa y felicidad, acabo de leer esta noticia en La Vanguardia digital; hace tan solo cinco minutos. Y no puedo dejar de publicarla. Basta con leer hasta el final. Insisto en que cada uno puede hacer mucho para que este mundo sea un mejor lugar donde vivir.

Piensa y observa; tienes un gran papel por hacer para que todo sea mejor. No lo dudes;  está muy cerca de ti.

Salud!